Ahora mismo me encuentro preparando mi primera prueba de ultrafondo: la Mallorca 312.
Este año llevo muchos kilometros a la espalda. Primero fue corriendo para preparar el maratónm de Barcelona cuando dedicaba en torno a dos o tres horas al día a entrenar. Después cogí la bicicleta con intención de asistir al circuito Orbea en Monegros. Entre medias apareció la Bilbao-Bilbao.
Las distancias no eran "excesivas" y no podriamos encuadrarlas en el ámbito del ultrafondo.
Ahora sí, la distancia a batir son 312 kilometros y el entrenamiento que he llevado hasta ahora tomando las pruebas como afición se ha convertido en compromiso. La cabeza se siente obligada a pasar horas sobre la bici, a cuidar bien la alimentación y a centrar el día a día en este entrenamiento.
Ayer hablando con mi madre sobre mis pajaritos en la cabeza, mi delgadez producida por el deporte, etc.. me surgió la duda de dónde esta la belleza de esta obsesión. El disfrute de la afición cuando se convierte en cierta obsesión donde queda ??
A día de hoy faltan menos de cuatro semanas para la cita en Mallorca. Para enfentarme al perfil de la isla armado con una bicicleta, unas piernas entrenadas y unas ganas increibles de disfrutar del recorrido hasta la meta. Porque allí estará la respuesta, porque allí sabré si realmente merece la pena. Y entonces será cuando sepa si quiero seguir centrando mi vida en esta loca obsesión o si realmente me conformo con luchar a un nivel más bajo, siendo "un aficionado más del deporte".
Siempre han dicho que el deporte es bueno para la salud pero tambien dicen que todo en exceso es malo... Sé que el ultrafondo y todo lo que conlleva aporta cosas que no se obtienen de otro modo. Pero acaso sin ello sería muy diferente ?? No sería acaso feliz llegando a casa despues de trabajar y echandome la tarde en el sofa, o de compras con los amigos, o tal vez jugando un partidito de tenis ?? Hasta que punto merece la pena este beneficio extra del que tanta gente prescinde y otros tantos desconocen ??
Creo que si lo merece, pero tengo ganas de pisar Mallorca y dejar de creer para empezar a saberlo.
Este año llevo muchos kilometros a la espalda. Primero fue corriendo para preparar el maratónm de Barcelona cuando dedicaba en torno a dos o tres horas al día a entrenar. Después cogí la bicicleta con intención de asistir al circuito Orbea en Monegros. Entre medias apareció la Bilbao-Bilbao.
Las distancias no eran "excesivas" y no podriamos encuadrarlas en el ámbito del ultrafondo.
Ahora sí, la distancia a batir son 312 kilometros y el entrenamiento que he llevado hasta ahora tomando las pruebas como afición se ha convertido en compromiso. La cabeza se siente obligada a pasar horas sobre la bici, a cuidar bien la alimentación y a centrar el día a día en este entrenamiento.
Ayer hablando con mi madre sobre mis pajaritos en la cabeza, mi delgadez producida por el deporte, etc.. me surgió la duda de dónde esta la belleza de esta obsesión. El disfrute de la afición cuando se convierte en cierta obsesión donde queda ??
A día de hoy faltan menos de cuatro semanas para la cita en Mallorca. Para enfentarme al perfil de la isla armado con una bicicleta, unas piernas entrenadas y unas ganas increibles de disfrutar del recorrido hasta la meta. Porque allí estará la respuesta, porque allí sabré si realmente merece la pena. Y entonces será cuando sepa si quiero seguir centrando mi vida en esta loca obsesión o si realmente me conformo con luchar a un nivel más bajo, siendo "un aficionado más del deporte".
Siempre han dicho que el deporte es bueno para la salud pero tambien dicen que todo en exceso es malo... Sé que el ultrafondo y todo lo que conlleva aporta cosas que no se obtienen de otro modo. Pero acaso sin ello sería muy diferente ?? No sería acaso feliz llegando a casa despues de trabajar y echandome la tarde en el sofa, o de compras con los amigos, o tal vez jugando un partidito de tenis ?? Hasta que punto merece la pena este beneficio extra del que tanta gente prescinde y otros tantos desconocen ??
Creo que si lo merece, pero tengo ganas de pisar Mallorca y dejar de creer para empezar a saberlo.
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